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06/12/2020
Por José Angel Di Mauro
Tan acelerados son los tiempos de la política argentina -aun en pandemia- que resulta lejano el último lunes en el que oficialismo y oposición se trenzaron en una sesión kilométrica en Diputados, en la que los primeros se armaron de paciencia y los segundos se dedicaron a estirar los tiempos para llegar a la medianoche, con la tenue esperanza de que el proyecto que le rebana más de la mitad de la coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires se transformara en calabaza. Pero no sucedió: previsiblemente cerca de la medianoche se conoció el decreto presidencial prolongando las sesiones ordinarias unos días, cuestión de desbaratar la jugada de Juntos por el Cambio.
Así y todo, la principal oposición pasó entonces al plan B y al hacerse las 12 pasó a jugar la carta del final de la vigencia del protocolo para las sesiones remotas, que vencía el 30 de noviembre. El Frente de Todos respondió con un argumento cuanto menos endeble: que valía la fecha de inicio de la sesión, no el calendario. Pese al planteo irrisorio, Juntos por el Cambio esta vez no se retiró y se limitó a votar “con reservas” por considerar “inválida y nula” la sesión, mas no irá más allá, a sabiendas de que un planteo judicial tiene destino de “cajoneo”: los jueces prefieren no meterse en ese tipo de cuestiones reglamentarias que hacen a otro poder. Pero las huestes de JxC no tenían otro camino más que forzar al máximo la situación y fue lo que hicieron, mientras la principal preocupación del oficialismo pasaba por juntar los votos que evidentemente no tenían seguros al inicio de la sesión.
Quedó claro cuando pasadas las 8 de la mañana y casi 20 horas después de iniciada la sesión, el oficialismo reunió solo 129 votos para aprobar con lo justo el proyecto sobre los fondos de la ciudad. Demasiado ajustados; ya le había pasado al oficialismo en la anterior reunión, cuando se aprobó en esa Cámara el proyecto de Máximo Kirchner para cobrar un aporte extraordinario a las grandes fortunas del país, y apenas logró reunir 133 votos, sumando a los dos diputados radicales que responden al gobernador jujeño, Gerardo Morales, cada vez más necesitado de acercarse al gobierno nacional para mantener la gobernabilidad en su provincia.
El gobierno consiguió aprobar el impuesto a las grandes fortunas con el aporte clave de los cuatro diputados que responden al cordobés Juan Schiaretti, otro gobernador que tuvo que terminar accediendo a las presiones del gobierno nacional. Para desencanto de Horacio Rodríguez Larreta, que dice que tenía la palabra del gobernador mediterráneo en que no apoyaría el recorte a CABA. Ya había entrado en duda el jefe de Gobierno cuando vio que dos diputados de Córdoba Federal sumaban para el quórum bien temprano, pero dicen que en ese momento Schiaretti le aseguró que era lo máximo que estaban dispuestos a hacer. Se ve que no.
Necesitado de buenas noticias y “triunfos”, el día anterior una delegación del gobierno nacional había desembarcado en Río Cuarto para festejar la reelección del intendente Juan Manuel Llamosas. Presente en los festejos, el jefe de Gabinete Santiago Cafiero tuiteó: “El peronismo unido es invencible”, y suena certero pero incompleto. El PJ cordobés es muy refractario al kirchnerismo; ergo, lo que se evitó fue dividirle el voto con otra lista. El Presidente recibió en la semana al intendente ganador en la Rosada, en el marco de un trabajo fino que ya desarrolla con vistas a las elecciones del año que viene, donde el gobierno nacional espera una lista conjunta con el “cordobesismo”. Habrá que ver cómo soporta en ese caso Schiaretti el tironeo oficial, en la provincia donde más fuerte es Cambiemos en general y el antikirchnerismo en particular.
Lo cierto es que para acceder a dar su apoyo, los cordobeses maquillaron la situación forzando cambios que luego, en una situación inédita, el oficialismo mayoritario en el Senado aceptó. Fue una sorpresa que se anunció cuando arrancó el debate a las 3 de la mañana del martes y el miembro informante del oficialismo dio cuenta de los cambios con tonada cordobesa, al punto tal que cuando a Carlos Heller le tocó hablar quiso cederle su espacio al diputado cordobés Carlos Gutiérrez para que detallara las modificaciones. Juntos por el Cambio no lo aceptó, a menos que el cordobés se transformara en “miembro informante”. Hubiera sido demasiado para ese bloque y Gutiérrez ni siquiera habló.
Sobre el final, el diputado Cristian Ritondo le pasó una factura a los cordobeses: “Ya veremos en los boletines oficiales cuál fue la prenda de unidad que los hizo preocupar tanto por esta ciudad”.
Muy cercana al Presidente, la ministra de Justicia, Marcela Losardo, es una de las funcionarias apuntadas desde el Instituto Patria. Lo cual, como a otros, la lleva a sobreactuar y es por eso que el miércoles salió a responderle a la conferencia de prensa de Larreta reclamándole no presionar a la Corte. Lo hizo por Twitter, en un texto similar al que horas antes había escrito por la misma vía el ministro del Interior. También a la Corte se dirigió el viernes Santiago Cafiero al salir a defender los derechos “pisoteados” de Amado Boudou, reclamándole a la Corte “hacerse cargo de un proceso plagado de irregularidades y arbitrariedades”. Muchos se preguntan quién les pide tanto, cuando el actual presidente escribía en 2014 que “todas las excusas dadas por él hasta aquí se han ido desvaneciendo con la misma velocidad con la que el agua se escapa entre los dedos. Boudou ya no tiene coartadas. Los argentinos saben cuánto ha mentido en su alocada carrera por escapar de los hechos que se le atribuyen”. El título de la columna en la que ese Alberto Fernández defenestraba así al entonces vice de Cristina era más que elocuente: “Boudou, game over”.
Nadie como el Presidente debe haber comprendido tanto esta última semana al rugbier Pablo Matera, salvaje tuitero en su atolondrada juventud.
La omnipresencia de la vicepresidenta quedó demasiado expuesta en vísperas del debate en comisión de la fórmula de movilidad jubilatoria, cuando desde el propio cristinismo se difundieron cambios que los senadores del Frente de Todos impondrían en el proyecto al día siguiente. Se dejaba de lado el descuento en marzo del 5% de aumento dado en diciembre a los jubilados, algo que había desatado fuertes críticas. Horas después, desde la Rosada maquillaron la situación señalando que por decisión presidencial se establecía que los reajustes fueran trimestrales y no semestrales. “Se nos ocurrió que la mejor solución era volver a la fórmula original de Cristina en su integridad”, explicó al día siguiente el Presidente, tratando de adjudicarse los cambios, cuando había parecido todo lo contrario.
El que debió resignarse fue el ministro de Economía, Martín Guzmán, que había redactado el texto original, que conformaba al Fondo Monetario en plena negociación. No es la primera señal contradictoria que el FMI recibe en los últimos tiempos: ya habían leído la carta de los senadores del Frente de Todos con advertencias a ese organismo, y esta semana se habían molestado con las declaraciones que el canciller Felipe Solá atribuyó al Presidente en su diálogo con Joe Biden, defenestrando al representante norteamericano actual en el Fondo. Y ahora este cambio.
Mientras tanto, el Presidente se ilusiona con la llegada de la vacuna, que espera represente un punto de inflexión para su gobierno. Con todo, su optimismo a veces parece demasiado extremo. Como cuando anunció en la semana que antes de fin de año “vamos a vacunar a 300.000 personas”. En su informe diario “En 4 Minutos”, el periodista Orlando Dipino cuantificó así la patriada: “Quedan 16 días hábiles, habrá que vacunar a 18.750 personas por día con una vacuna que todavía no llegó y que hay que distribuir en distintas zonas del país”.
De todos modos, esta semana se hablará de otros temas. Con el primer fin de semana largo sin ASPO en muchos meses, todos los ojos estarán puestos en los resultados de esta prueba piloto para el turismo. Y cuando se reanude la actividad plena, llega el debate sobre el aborto. En Diputados ya se acordó la vigencia del protocolo de funcionamiento remoto, pero con mayoría de legisladores presentes: solo trabajarán desde sus casas los que sean de riesgo. El miércoles se suscribirá el dictamen y al día siguiente se iniciará una sesión que durará más de 30 horas, con final cantado y verde.
En el Senado, tal vez, sea otro el cantar.
Fuente: Parlamentario.com