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24/09/2025
Aunque tanto el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, como el ministro de Economía, Luis Caputo, insistieron en que no habrá condicionamientos explícitos para el megapréstamo que la Casa Blanca negocia con Argentina, la realidad marca que Washington ya puso sobre la mesa exigencias vinculadas a la política internacional.
En particular, la administración de Donald Trump observa con recelo los acuerdos firmados con China en los últimos años. Bajo esa lupa aparecen la estación espacial ubicada en Neuquén y el proyecto de radiotelescopio en San Juan, dos enclaves señalados por el Comando Sur de los Estados Unidos como potenciales focos de espionaje y de “uso dual” con proyección militar.
El punto más sensible es la base de seguimiento espacial instalada en Bajada del Agrio, Neuquén, cuya operación está a cargo de un organismo estatal chino. Según trascendió, Trump buscaría que la Argentina impulse su desinstalación como parte de las concesiones que acompañarían el apoyo financiero norteamericano.
La advertencia ya fue transmitida por el jefe del Comando Sur, almirante Alvin Holsey, quien en sus encuentros con autoridades de Defensa argentinas criticó la expansión de infraestructura china en el país. En paralelo, pidió la reactivación de un radar de alta potencia ubicado en Tierra del Fuego, que había generado polémica años atrás por el presunto control de capitales británicos.
El caso de San Juan tampoco es menor. Allí avanza el proyecto CART (Radiotelescopio Chino-Argentino), una antena de 40 metros cuya inauguración estaba prevista para 2026. El Gobierno nacional analiza postergar su habilitación, en línea con las advertencias de Washington.
Para Estados Unidos, la presencia china en el Cono Sur tiene un valor geopolítico que excede lo científico. Durante la Conferencia Sudamericana de Defensa (SOUTHDEC), Holsey advirtió que la instalación de infraestructura con “capacidad dual” podría ser utilizada para proyectar poder sobre zonas sensibles como el Estrecho de Magallanes y el Pasaje de Drake, corredores marítimos que conectan el Atlántico con el Pacífico.
El ministro de Defensa, Luis Petri, ratificó recientemente el alineamiento de la Argentina con Washington, al tiempo que el Gobierno ya dio marcha atrás con otro proyecto clave de Pekín: la central nuclear Atucha III, que iba a financiarse con capitales chinos.
El interés norteamericano no se limita a frenar la expansión de China. Como informó INFORMANTE meses atrás, el Comando Sur planteó la posibilidad de instalar en Ushuaia una base logística para submarinos nucleares de la Armada estadounidense. La propuesta generó rechazos inmediatos en sectores políticos y sociales de Tierra del Fuego, que la interpretan como un avance sobre la soberanía provincial y una puerta de entrada a la militarización del Atlántico Sur.
La eventual instalación de una base en Ushuaia se vincula directamente con la estrategia de Washington en la región: reforzar su presencia en la puerta de acceso a la Antártida y en una zona clave para el comercio marítimo internacional. Bajo la lógica de Trump, reducir la influencia china en el Cono Sur va de la mano con consolidar un pie militar estadounidense en el extremo austral argentino.
La discusión sobre el megapréstamo y las condiciones geopolíticas que lo rodean trascienden la macroeconomía. En Tierra del Fuego, la presión de Estados Unidos revive viejos fantasmas: el radar cuestionado, la pretensión de una base en Ushuaia y la disputa global entre potencias que se proyecta sobre el Atlántico Sur y la Antártida.
En este marco, la provincia aparece una vez más como escenario de intereses que superan lo local y se enmarcan en la competencia estratégica entre Washington y Pekín. Una pulseada que, al ritmo de la negociación financiera, vuelve a instalarse en la agenda nacional.